25 enero 2016

"El disputado voto del Señor Cayo": Elecciones en 1977, elecciones en 2016

Hacía mucho tiempo que no leía a Delibes, y no hará falta explicar porqué me dió por atacar esta novela que escribió en 1978, justo ahora, a principios de 2016. La acción está situada en 1977, durante la campaña electoral de las primeras elecciones generales que se celebraban en España en 41 años, nada menos que desde 1936. 41 años: qué desastre.


Tres jóvenes del "Partido" están haciendo "trabajo de campo", nunca mejor dicho. En la novela no se especifica qué partido, pero se entiende que es uno de izquierdas; parece ser que en la película de 1986 de Antonio Jiménez Rico el Partido es el SOE (sin comentarios sobre lo de "izquierda" y "SOE" todas estas décadas después). Van por los pueblos de la provincia de Burgos repartiendo octavillas y hablando con la gente: lo que debía ser una campaña cuando no había twitter. Dos de ellos se presentan como diputados, Víctor, más mayor y maduro y Laly, feminista y con corazón. Luego hay un impresentable llamado Rafa que pone el contrapunto petardo.

Esto ha sido lo que menos me ha gustado de la novela: la manera de Delibes de representar a los rafas, o más generalmente, los jóvenes de la sociedad en aquella época. Una de las grandezas de Delibes es, en mi opinión, saber captar como si fuera música el lenguaje de los campesinos, de la gente de pueblo. Aunque no hayas estado nunca en una aldea perdida de Castilla, sabes que lo que sea que se diga es Verdad, porque simplemente suena a verdad. Sin embargo, las voces de estos jóvenes me han dado ecos totalmente falsos. Yo tenía 6 años cuando todo esto se estaba cociendo, así que no recuerdo, pero en serio que los jóvenes hablaban así: "cacho puto!", "eres una virguera", "no me seas quedón", intercalando "macho" cada tres palabras? (y, el acabóse, beben Veterano). Quizás. Dirán eso mismo mis nietos de los "qué fuerte!", "cabrón", y "tío"? Que alguien que fue joven en la época me lo diga, por favor... Tanto por el lenguaje tan rancio, y por el dibujo de los personajes, tan facinoles, no me han quedado ganas de pasar mucho más tiempo con estos chicos idealistas.

Otra cosa es el Señor Cayo y su discurso. Cayo representa esa lenta sabiduría profunda que da la tierra, versus la superficialidad impulsiva y rápida de los que vienen de la ciudad. La mejor parte del libro son las conversaciones que tienen los futuros diputados con esta esfinge del interior, que con su aplastante sentido común les pone en su sitio: aún nos pondría en nuestro sitio hoy en día. "Todo lo que está, sirve. Para eso está, no?"

Los jóvenes llegan al pueblo con la típica filosofía paternalista de la izquierda: "vamos a redimir al proletariado", viene a decir el discurso que le sueltan a este hombre sereno de 82 años. Se escandalizan de que alguien de ess edad este aún trabajando la tierra. "Vamos a ayudar a los pobres", pero entonces Cayo les contesta, y  les aplasta:

"Pero yo no soy pobre".

Y se sorprenden, porque Cayo no es pobre porque no necesita nada, si eso "que pare de llover y apriete la calor". Eso es lo que más admiro de la vida de Cayo: no necesitar, sin saber que en la bulimia de creer-que-necesitamos-consumir-desechar está el corazón de los grandes males de hoy. Va ser que Cayo era budista sin haber oído hablar de Buda.

Pero parece pobre: su casa de piedra es oscura y básica, no tiene radio ni televisión. Laly se escandaliza de que no se enterara de la muerte de Franco hasta un mes después, que subió alguien de otro pueblo ,"Que prisa corría?", dice Cayo.

Su vida transcurre tan despacio, que considerarlo hoy nos da palpitaciones. Esta conversación, que termina con la filosofía con la que Cayo enfrenta la vida y la muerte, lo puede tal vez  ilustrar:

-(..) sin radio ni televsión, qué hace aqui todo el invierno?
-Mire, labores no faltan
-Y si se pone a nevar?
-Ya ve, miro caer la nieve
-Y si se está quince días nevando?
-To, como si la echa un mes! Agarro una carga y me siento a aguardar que escampe
-Pero, mientras escampa, algo pensara usted
(...)
-Si es caso, (...) que si me da un mal me muero aquí como un perro
-No tienen médico?
(...)
-Si la cosa viene por derecho, mejor dar la razón al cura

A mitad de conversación, llegan los equivalentes de Víctor, Laly y Rafa por la derecha, que aparte del ritual de pegar carteles sobre los del adversario, le previenen contra los izquierdosos. Paralelismo que quién le iba  decir a Delibes iba seguir tan vivo en 2016:

-No se fíe de estos, vienen a quitarle las tierras
-Por eso no. Tierra aquí hay para todos. Ha visto cómo están los bajos? Pues el páramo, tal cual, doce anios que no se mete el arado allí.
(...)
-Pero para conseguir el voto del viejo tenéis que decirle la verdad. O sea, que al día siguiente ganar las elecciones le prenderéis fuego a la iglesia del pueblo y le pagaréis tres tiros junto a la valla del cementerio" (...) Si quiere orden y justicia, vote a esta candidatura"

Orden y justicia. Los espanioles de bien. Que vienen los comunistas quemando iglesias y violando monjas. Casi otros 40 años y seguimos igual. Casi otros 40 años: qué desastre. 

Cuando se van alejando del pueblo, por lo menos a Víctor, enmedio de una tajada inmensa (de Veterano, no sé si he comentado), le entra la cierta clarividencia: "el señor Cayo es como Dios, de la nada saca cosas". Si el planeta lo peta (qué harán mis nietos si algún día leen esto: pretenderán harakiri por mi slang o por el muy reflexionado pareado?), es Cayo quien sobrevivirá, no Víctor, con todas sus lecturas y sus ideales de cooperación. "Hemos ido a redimir al redentor (...) Con qué derecho pretendemos arrancarle de su medio para meterlo en el engranaje? (...) Dirigentes? y para qué quiere el Señor Cayo que le dirijan? Desengáñate Dani, él no nos necesita".

En aquellas primeras elecciones 63% de los votos generaron el 86% de los diputados. A petición de Alianza Popular se crearon las circunscripciones por provincias para que se estableciese un sistema bipartidista. La idea es que esto fuera algo provisional. 

Casi otros 40 años y seguimos igual. Casi otros 40 años: qué desastre. 

11 comentarios:

  1. En la escenografía cultural existe un arquetipo que se repite y me encanta.
    El hombre mayor que nunca miente.
    Es un personaje que se caracteriza por su desapego a los bienes materiales y por un sentido común extraordinario, guiado por la falta de necesidad de mentir.
    Tosco, bravo, primitivo y sincero, se permite el lujazo de saltar de forma ágil sobre los prejuicios culturales.
    ...
    Recomiendo la atenta lectura de " La sonrisa etrusca" de José Luis San Pedro.
    Si tenéis inquietud por la cultura mediterránea, es un libro de obligada lectura...
    ...
    Un ex brigadista anciano y que ha vivido siempre en ambiente rural, se ve obligado a vivir en casa de su hijo en una gran ciudad.
    Allí se desarrolla la relación con su joven nieto, al que trata de adiestrar en los avatares vitales.
    Podréis sentir el empuje de "Zorba el griego", mezclados con los principios latinos de los etruscos, todo ello enmarcado en una ciudad industrial como Milán.
    Un chorro de aire fresco.

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  2. Y en algunas cosas casi 500 años. Y lo que te rondaré, morena.

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  3. Lo malo es que esos personajes en realidad son como los unicornios. Y no son privativos del medio agrario. Si existieran, podrían encontrarse también en una ciudad, pero yo sólo he conocido a un par en toda mi vida. El garrulo de pueblo en poco se diferencia del garrulo de ciudad, aunque los poetas les hayan cantado desde las bucólicas de Virgilio hasta el Sr. Cayo. ¡Si es un tópico que hasta aparece en los manuales de literatura de la ESO! "Beatus ille..." repiten los escolares. Y hay que explicarles que son unicornios, como las guapas de cabello de oro y cuello de marfil que nunca, nunca tienen ojeras ni les salen granos. Si uno quiere saber cómo son de verdad los Cayos que se lea "los trabajos y los días de Hesiodo. ¡Ahí os quiero ver! ¡Igualitos a los de mi pueblo!
    A mí me moló "La sonrisa etrusca", Dirver. Pero no me pareció un libro sobre uno de esos unicornios: era una historia de amor.

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  4. Pues como se repitan las elecciones de este presente nuestro, conmigo que no cuenten.

    En fin, yo he estado en ese pueblo, el pueblo en el que se rodó la película, invitada a una boda. Muy bonito, buen vino, y un montón de recuerdos. Mira, para volver ahí sí que cuentan conmigo.

    Nunca les contamos que mi querido novio, entonces, orinó justo detrás de la mesita que después usaron como altar. Buen vino, iba diciendo yo :).

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  5. Yo estoy de acuerdo con cesita: un mito. La tele ya ha llegado a todas partes, y en el páramo del que habla el Sr. Cayo ya hay una serie de chalets adosados que lo han puesto todo perdido.

    Lo de que "Todo lo que está, sirve" me parece un lema cojonudo para los todoa100 o como se llamen ahora.

    Y es verdad, no somos pobres, ni clase obrera, ni feministas, ni de izquierdas. Y así nos va.

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  6. Rafa, aquella melancólica tarde en que volvió a visitar al señor Cayo, se recreó pintando por Biedma sobre unos reaccionarios, ajados, pasquines pegados contra un muro, éste su homenaje póstumo a Víctor:

    En un viejo país ineficiente,
    algo así como España entre dos guerras
    civiles, en un pueblo como Cortiguera,
    poseer una casa y poca hacienda
    y memoria ninguna. No leer,
    no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,
    y vivir como el señor Cayo, como un señor cayo cualquiera,
    entre las ruinas de mi inteligencia
    .

    Guau, guau… (se oye al fondo).

    Guau, guau… (devuelve el eco).

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    1. Por cierto, hablando de guau, guau y atendiendo al cartel: ¿El bastón auxilia a Rabal, al chucho o a ambos?

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    2. ¿La posturita del chucho no da pena?

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    3. ¿Un perro de cinco patas? Mucha pena, Lux.

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  7. Las elecciones de 1977 fueron muy curiosas (o chungas o felices). A mí me contaron una anécdota de primera mano, 100% fiable.

    Un pueblo del municipio de Huesca. Todo se engalana para recibir a los de la mesa electoral. Los del pueblo vestidos de domingo. A las 11 de la mañana ya ha votado todo el pueblo, antes de ir a misa.
    Por la tarde, a la hora del recuento, se juntan otra vez casi todos en el colegio, a mirar cómo se sacan los votos de la urna.

    De repente se canta un voto: "Partido Comunista". Murmullo general que acaba convirtiéndose en un escándalo. Termina el recuento y las fuerzas vivas del pueblo se acercan a la mesa. "¿Y ese voto no se puede quitar?, con no apuntarlo es suficiente". Les explican que no es posible.

    Al final se van a dormir con un disgustazo. Se imaginan que al día siguiente saldrá en todos los periódicos que el único voto a los comunistas había sido en su pueblo. Menuda vergüenza.

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