Hay viajes que acaban siendo un libro. El verano pasado en la costa oeste de los EEUU fue "The Corrections". Aunque leí otros, la novela de Franzen fue, por sus dimensiones y por lo terriblemente americano, la novela del viaje. El libro de Lanzarote ha sido "The wondrous brief life of Oscar Wao" ("La maravillosa vida
breve de Oscar Wao") de Junot Díaz, que ganó el Pulitzer y el National Book Critics Circle en 2008. Y lo acabo precisamente cuando despega el avión de vuelta a casa.
No ha sido tampoco el único: ya conté que estaba leyendo "Justine", el primero del "Cuarteto de Alejandría" en el vuelo de ida, y me duró unos días. Cuando se me acaba (él a mí o yo a él, dejemos la duda), comienzo Oscar y... WOW (wao). Qué velocidad, qué vértigo:
estos dos libros están en dos galaxias distintas, o por lo menos sus escritores
no han vivido en el mismo planeta. Y eso es lo mágico de la literatura: nos
hace astronautas que ven desde su ventanita esos mundos que no nos da
tiempo a vivir.
Junot Díaz nació en Santo Domingo, y es uno de esos hispanos emigrados a los Estados Unidos que escribe en inglés. Su padre trabajaba allí mientras él con su madre y hermanos seguía en la República Dominicana, y a los 6 anios toda la familia le siguió. Hoy en día da clase de escritura creativa en el MIT, nada menos, y está muy metido en temas de inmigración.
Junot, los divagantes. Divagantes, Junot. |
Dos puntos del párrafo anterior: 1. Escribe "en inglés". Bueno, la novela está escrita en inglés y en dominicano. La traductora que se metió en la colosal tarea de pasarla al castellano, la cubana Achy Obejas, merece una estatua, y eso que no la he leído. Sinceramente, no sé cómo se puede traducir esta novela. Los vaivenes entre el inglés y el dominicano SON la novela. El ritmo, el sonido, el espítitu del libro es ese lenguaje que es precisamente el que se habla en los barrios hispanos de las ciudades americanas. Y es vertiginoso.
Ya he comentado el punto 2. la inmigración: Oscar es también hijo de una dominicana que emigró a los Estados Unidos. Es, en el fondo, lo que empieza a ser, para nuestro susto, nuestra Mini: alguien asimilado a la cultura del país donde ha ido al colegio, al cine, al parque. Para Oscar, la República Dominicana es ese lugar caótico donde se va de vacaciones, casi un suenio, sacado de una novela de realismo mágico con frutas exóticas, vacas muertas colgadas de ganchos enmedio de la calle, y moscas y gente que grita y se toca.
En el primer capítulo de la novela ya te encuentras con algo que va a ser una constante: notas al pie de página. Aquí Díaz da datos, aunque siguiendo con su particular voz (tranquis que no es wikipedia), para el lector que sepa poco o nada de la historia de la República Dominicana. Aunque está en casa, no he leído "La fiesta del chivo" de Vargas Llosa, pero sí leí hace mucho "Galíndez" de Vázquez Montalbán. Decir que al chivo no me han quedado ganas de leerla: ya me ha sido suficiente la novela de Díaz con su descripción de las atrocidades de ese megalómano, Rafael Trujillo, así que la idea de algo más pormenorizado me da entre miedo y naúsea.
En "Oscar", el horror del trujillato se ve reflejado en una saga familiar-como no podía ser de otra manera cuando pensamos en literatura latinoamericana-, que incluso los que no han crecido bajo su dominio, los que han nacido en otro país, como Oscar y su hermana, sufren. Y uno de los vectores de ese sufrimiento es obviamente, la madre de ambos, Hypatia Belicia (qué inmenso nombre, Hypatia, me lo pido!-aunque se refieren a ella como Beli). En los primeros capítulos, en tiempo real, Beli maltrata a Oscar y a su hermana, y la impresión es de una sicópata sin entrañas, una mujer odiosa. Luego Díaz mete la marcha atrás y nos encontramos en la República Dominicana, incluso antes de que naciera Beli. Y ahí empiezan a encajar las piezas (“But folks always underestimate what the promise of a lifetime of
starvation, powerlessness, and humiliation can provoke in a young
person's character”
). Este puzzle particular lo encajan muchas veces los que trabajan con gente que ha hecho "cosas horribles". Algunas veces, descubrir un pasado como el de Beli desarma y llena de ansiedad, porque no hay manera de parar la espiral. O no es fácil, mejor dicjo: sí que hay manera, o debería.
Mi personaje favorito de la novela es La Inca. Sin entrar en detalles sobre en qué rama del árbol genealógico de esta familia está colgada, decir que La Inca es una Yaya, que es lo mejor que le puedo decir yo a nadie. Las yayas son para mí La Roca en una vida, el cimiento que puesto en tu infancia va a sujertarte y a darte alas a la vez. La Inca, como buena yaya cuida, rodea, está allí, ayuda, espera y lucha. Todo hubiera sido (aún) peor sin ella, y cada vez que aparece, brilla el sol. “Know that in this world there's somebody who will always love you", esta frase es de La Inca, of course.
El libro está narrado por distintas voces, la principal la de Yunior, una especie de alter-ego de Díaz, que ha usado en otras de sus novelas/relatos, y con el que quería escribir varios libros. Curiosamente, Yunior es un personaje, el novio de Lola, pero esto no se sabe hasta más adelante. Es el personaje contrapuesto de Oscar, el que responde a las expectativas de lo que debe ser un dominicano, mucha testosterona. Lola también narra un capítulo, y en el segundo, el narrador usa la segunda persona. En la wiki hablan del "code switching", que consiste en cambiar de idioma (el famoso spanglish).
Y ya terminando el divague y no he hablado de Oscarm (ni del fukú!), el chaval gordo (“You think people hate a fat person? Try a fat person who’s trying to get thin”), nerdo de la ciencia ficción y los cómics, que además quiere escribir. Nerdo de este tipo: “Dude wore his nerdiness like a Jedi wore his light saber or a Lensman
her lens. Couldn’t have passed for Normal if he’d wanted to”, geek special de luxe.
Su vida, por tanto, no es fácil, nadie le lee, pero sigue escribiendo, y arriesgándose, a su manera, y sin tomar las riendas de su vida ("But you can't regret the life you did not lead").
Oscar me inspira mucha ternura, porque además se enamora como una bestia y le pasa lo que a todos los rarunos ("Oscar sat in the back of the class, beind his DM's screen, and watched
his adolescence stream by. Sucks to be left out of adolescence"). Alguna vez tiene éxito ("She was the kind of girlfriend God gives you young, so you'll know loss the rest of your life”), y en otras la típica "seamos amigos", esa que todas hemos probado con variable éxito (“Poor Oscar. Without even realizing it he'd fallen into one of those
Let's Be Friends Vortexes, the bane of nerdboys everywhere"). O toca esperar, toda una vida (Ybon was the one who suggested calling the wait something else. Yeah, like what? Maybe, she said, you could call it life.” ).
Pero además, Oscar está enamorado de la literatura, y eso, a los nerdos de la pispa entre los que me incluyo, nos hace bailar tregua y catala y abrazar el libro: "(His love for Ana) had the density of a dwarf-motherfucking-star and at times he was a
hundred percent sure it would drive him mad. The only thing that came
close to how he felt about his books; only the combined love he had for
everything he'd read and everything he hoped to write came even close.”
Oscar Wao es una montaña rusa, un tirarse en puenting de libro. Es cómico, es triste y es cabreante. A ratos es terriblemente duro, porque la vida para la mayoría en este mundo lo es. Es pasearse por el guetto, es volver a Macondo o a las celdas en los primeros libros de Allende, es un concierto de rap en pleno Brixton. Pero sobre todo, estilísticamente es de lo mejor que he leído últimamente. Hay que hacerse con él: no hay salida, la única es hacia dentro.
“But if these years have taught me anything it is this: you can never run away.
Not ever.
The only way out is in.”