Desde adolescente me encantan las ferias (en Vetusta Sub Y las llaman "las barracas"). Cuando llegaban las fiestas de La Gran Vetusta íbamos con mis amigas a subir en todo lo que te pusiera boca abajo. La música solía ser siempre atronadora, canciones del verano anterior: era aquel el lugar donde podías refugiarte pensando que no era cierto, que el curso no había comenzado. De todas las atracciones posibles, mi favorita siempre ha sido la montaña rusa. No necesariamente con muchos bucles, porque en mi experiencia, cuando llevas un par ya no controlas donde estás, es todo confusión e intentar recomponer el estómago antes del baño más próximo. Pero una buena bajada, seguida de vueltas y pequeña subida con ese ruido tan particular tra-tra-tra... ah, me encanta.
Al llegar al Reino Unido descubrí un mundo totalmente distinto en esto del vértigo (guau). Al principio vivíamos en una ciudad pequeña del norte que tenía un "resort" de vacaciones a las afueras. Era el lugar más triste y terrorífico del mundo: payasos de plástico señalando algodones de azúcar, cielo gris, el ruido de un anuncio de helados metálico y corrosivo de fondo, y unas "atracciones" que se podían llamar "repelenciones". Un sad affair, que se diría. Cómo olvidar el titular del periódico local un día: "Cada verano más británicos abandonan el Caribe por Cleethorpes." No, no era broma, o se lo creían o les habían untado bien para la promo. Parece que hay sitios mejores, pero yo no he estado en "Alton Towers". Mi top es Blackpool del que solo recuerdo una montaña rusa en la que subí mil veces que era como el bobsleigh.
Toda esta intro para contar que el fin de semana pasado, como es la semana de vacaciones escolares de invierno, pusieron una feria en el parque de delante de casa. Sábado, cielo gris, muy plomizo, lluvia calabobos: casi Cleethorpes.
La primera en la frente: los menores de 3 años no pagan, y la señora de las entradas dice que Mini no tiene dos años, ni-de-coña: "tiene por lo menos cuatro". Le decimos que sí, que toda la blogosfera sabe que el próximo 1 de Mayo celebraremos su tercero y la tipa: "estáis seguros?". A punto de irnos, Mini ya estaba en el percentil 99 en la ecografía de las 12 semanas, señora.
Pasamos al recinto y no hay ni dios, disculpen mi francés. El Joven Artista Local, al ver las fotos lo ha calificado como "La fortaleza de la soledad" (cuánto daño han hecho los cómics o el maldito Señor de los anillos, o yo que sé para tener ese imaginario). Damos una vuelta, y, olvidaba la bruja de la entrada, se me va rompiendo el corazón: hombres -todos del este- con sus chalecos reflectantes, que regentan cada una de las "rides", con la mirada perdida, tal vez soñando con el siguiente plato de Schabowe. Estaremos 10 personas en todo el recinto. Si Mini no quiere montar, la tendremos que obligar.
Total que claro, mi hija, no querer, en qué mundo vivo. Se lanza a unos avioncitos de esos que giran, directamente al "pink pink!!!". El Peda y yo nos miramos con resignación. La subimos y miro al del reflectante (lo único que brilla esa tarde) que está ya con una mano en la palanca del motor. Pero, qué, no hay que esperar a más niños? Empiezo a calcular si dos libras cubre la energía que gasta ese ride. Me dan ganas de abrazar al hombre (si llevara gafas de sol, y pudiera entonces acercarme, lo hubiera hecho). Los avioncitos van girando y nosotros venga a saludar a Mini cada vez que pasa por nuestro lado. Entonces viene otro chaleco reflectante muy preocupado y nos dice: "que apriete, que apriete!" Claro, hay un botón en cada avioncito que es la esencia misma del susodicho: al presionar, sube. Pero como no hay más niños, Mini no ve ninguno elevarse y sigue allí abajo. Cuando pasa la instruimos para que le de al botón... se va... vuelve... dale al botón!!!... se va... le da al volante... vuelve...al botón!... por fin le da al botón, pero no lo mantiene presionado (insisto, tiene dos años, aunque los reflectantes ya se miran entre ellos como diciendo tiene 5 y es boba) y hacen "blomp", y otra vez... y nuevo "blomp". Más que un avión, es el auto de papá nos iremos a pasear, zona de baches. Empieza a ver que no es lo suyo y al pasar nos dice "ya vale!" y nosotros, sádicos, "pero deja el dedo en el botón" y ella "Bajarrrr!". Por fin el rumano reflectante se apiada y termina la, ehem, diversión.
Las siguientes dos rides de interés son en un carrusel donde puede elegir si subirse en una carroza de cenicienta, en una moto de policía, en un coche de bomberos, en una vespa del color innombrable que pone "Barbie", en un bus londinense de dos pisos que pone "Paddington" y suma y sigue. Como mis padres dicen que en el carrusel de Vetusta se cambiaba de medio de transporte en marcha, decidimos meterla de conductora del bus de dos pisos. Con la confusión del momento y las prisas (si, sí, hay otra niña, una india en un unicornio!) se la logramos meter doblada y la insertamos en esa pequeña cárcel rodante. Ahí que da sus vueltas, pero cuando termina, siempre más espabilada que sus padres, ya se ha salido y ha logrado encontrar la moto de Barbie, donde se sienta, aprieta el botón (este sí, sin que te digamos nada) y la moto hace "brumm bruumm I'm a Barbie girl, in a Barbie World...etc". El Peda y yo nos miramos desolados: qué hemos hecho nosotros para merecer esto? Y vuelta el carrusel, y Mini por fin y verdaderamente a sus anchas, ama de la pista. En la Barbiemoto.
Bajarla nos cuesta un trabajo, sobre todo porque: que más hay para ofrecerle? La atracción que consiste en una tetera en el centro y alrededor el juego completo de tacitas de té con niños-si los hubiera- que giran? (Nota: me encanta este ride tan propiamente british, la primera vez que la vi, en el norte, me robó el corazón). O tal vez el trenecito que da vueltas para ver desde cada uno de sus ángulos el paisaje desolador?
El domingo fue otra cosa, pero como esto me empieza a no quedar sucinto, lo dejo. En una línea (una de esas cosas que a mí me ilusionan): subí con Mini a un caballito (proper caballito, muy alto) en el carrusel que hay debajo del London Eye, y de fondo tenía Westminster, y el Big Ben, y todo fue muy potito, Mini et moi cabalgando cual amazonas de la City-like-no-other, incluso teniendo al lado a mi amiga griega (e hija) que habla sin parar y al Peda haciendo un vídeo (y neglectando el carrito de la griega) desde abajo. Mini, eres lo Máximo!
Al llegar al Reino Unido descubrí un mundo totalmente distinto en esto del vértigo (guau). Al principio vivíamos en una ciudad pequeña del norte que tenía un "resort" de vacaciones a las afueras. Era el lugar más triste y terrorífico del mundo: payasos de plástico señalando algodones de azúcar, cielo gris, el ruido de un anuncio de helados metálico y corrosivo de fondo, y unas "atracciones" que se podían llamar "repelenciones". Un sad affair, que se diría. Cómo olvidar el titular del periódico local un día: "Cada verano más británicos abandonan el Caribe por Cleethorpes." No, no era broma, o se lo creían o les habían untado bien para la promo. Parece que hay sitios mejores, pero yo no he estado en "Alton Towers". Mi top es Blackpool del que solo recuerdo una montaña rusa en la que subí mil veces que era como el bobsleigh.
Toda esta intro para contar que el fin de semana pasado, como es la semana de vacaciones escolares de invierno, pusieron una feria en el parque de delante de casa. Sábado, cielo gris, muy plomizo, lluvia calabobos: casi Cleethorpes.
La primera en la frente: los menores de 3 años no pagan, y la señora de las entradas dice que Mini no tiene dos años, ni-de-coña: "tiene por lo menos cuatro". Le decimos que sí, que toda la blogosfera sabe que el próximo 1 de Mayo celebraremos su tercero y la tipa: "estáis seguros?". A punto de irnos, Mini ya estaba en el percentil 99 en la ecografía de las 12 semanas, señora.
Pasamos al recinto y no hay ni dios, disculpen mi francés. El Joven Artista Local, al ver las fotos lo ha calificado como "La fortaleza de la soledad" (cuánto daño han hecho los cómics o el maldito Señor de los anillos, o yo que sé para tener ese imaginario). Damos una vuelta, y, olvidaba la bruja de la entrada, se me va rompiendo el corazón: hombres -todos del este- con sus chalecos reflectantes, que regentan cada una de las "rides", con la mirada perdida, tal vez soñando con el siguiente plato de Schabowe. Estaremos 10 personas en todo el recinto. Si Mini no quiere montar, la tendremos que obligar.
Total que claro, mi hija, no querer, en qué mundo vivo. Se lanza a unos avioncitos de esos que giran, directamente al "pink pink!!!". El Peda y yo nos miramos con resignación. La subimos y miro al del reflectante (lo único que brilla esa tarde) que está ya con una mano en la palanca del motor. Pero, qué, no hay que esperar a más niños? Empiezo a calcular si dos libras cubre la energía que gasta ese ride. Me dan ganas de abrazar al hombre (si llevara gafas de sol, y pudiera entonces acercarme, lo hubiera hecho). Los avioncitos van girando y nosotros venga a saludar a Mini cada vez que pasa por nuestro lado. Entonces viene otro chaleco reflectante muy preocupado y nos dice: "que apriete, que apriete!" Claro, hay un botón en cada avioncito que es la esencia misma del susodicho: al presionar, sube. Pero como no hay más niños, Mini no ve ninguno elevarse y sigue allí abajo. Cuando pasa la instruimos para que le de al botón... se va... vuelve... dale al botón!!!... se va... le da al volante... vuelve...al botón!... por fin le da al botón, pero no lo mantiene presionado (insisto, tiene dos años, aunque los reflectantes ya se miran entre ellos como diciendo tiene 5 y es boba) y hacen "blomp", y otra vez... y nuevo "blomp". Más que un avión, es el auto de papá nos iremos a pasear, zona de baches. Empieza a ver que no es lo suyo y al pasar nos dice "ya vale!" y nosotros, sádicos, "pero deja el dedo en el botón" y ella "Bajarrrr!". Por fin el rumano reflectante se apiada y termina la, ehem, diversión.
Las siguientes dos rides de interés son en un carrusel donde puede elegir si subirse en una carroza de cenicienta, en una moto de policía, en un coche de bomberos, en una vespa del color innombrable que pone "Barbie", en un bus londinense de dos pisos que pone "Paddington" y suma y sigue. Como mis padres dicen que en el carrusel de Vetusta se cambiaba de medio de transporte en marcha, decidimos meterla de conductora del bus de dos pisos. Con la confusión del momento y las prisas (si, sí, hay otra niña, una india en un unicornio!) se la logramos meter doblada y la insertamos en esa pequeña cárcel rodante. Ahí que da sus vueltas, pero cuando termina, siempre más espabilada que sus padres, ya se ha salido y ha logrado encontrar la moto de Barbie, donde se sienta, aprieta el botón (este sí, sin que te digamos nada) y la moto hace "brumm bruumm I'm a Barbie girl, in a Barbie World...etc". El Peda y yo nos miramos desolados: qué hemos hecho nosotros para merecer esto? Y vuelta el carrusel, y Mini por fin y verdaderamente a sus anchas, ama de la pista. En la Barbiemoto.
Bajarla nos cuesta un trabajo, sobre todo porque: que más hay para ofrecerle? La atracción que consiste en una tetera en el centro y alrededor el juego completo de tacitas de té con niños-si los hubiera- que giran? (Nota: me encanta este ride tan propiamente british, la primera vez que la vi, en el norte, me robó el corazón). O tal vez el trenecito que da vueltas para ver desde cada uno de sus ángulos el paisaje desolador?
El domingo fue otra cosa, pero como esto me empieza a no quedar sucinto, lo dejo. En una línea (una de esas cosas que a mí me ilusionan): subí con Mini a un caballito (proper caballito, muy alto) en el carrusel que hay debajo del London Eye, y de fondo tenía Westminster, y el Big Ben, y todo fue muy potito, Mini et moi cabalgando cual amazonas de la City-like-no-other, incluso teniendo al lado a mi amiga griega (e hija) que habla sin parar y al Peda haciendo un vídeo (y neglectando el carrito de la griega) desde abajo. Mini, eres lo Máximo!
Me confieso: me sentía tan tonto esperando que la atracción diera la vuelta para sonreír y gritar ¡Holaaaa! que me divertía imaginando que en la siguiente vuelta el caballo, el cerdo o lo que fuera venía vacío, y me montaba películas rápidas en la que al final, claro, pillaba al secuestrador y recuperaba a mi hijo. Así, cuando se bajaba, estábamos los dos igual de emocionados.
ResponderEliminarOtra confesión tonta. Solo he montado dos veces en una montaña rusa de adultos. Tras el primer viaje, me sentí tan mal que pensé que si los demás disfrutaban era porque no lo había enfocado bien. Así que inmediatamente pagué el segundo y decidí que, vale, era cosa mía, pero que soy así y punto pelota.
Esto viene al caso de que cuando el niño dejó de tener edad para el 7 Picos infantil (Un adulto debe acompañar siempre al niño, decía un mensaje), me sentí feliz de no tener que montarme nunca más ni siquiera en uno infantil.
Nan, me siento como en la feria paseando contigo. Aquí es cuando la forma, el proceso está enacting (como no nos lee nadie, ni Mo, puedo usar palabras q usan los intensos...) el contenido. Se oye alguna gaviota de fondo, el cielo esta encapotado y hablamos de traducciones y de Bowles y de la suerte q tienes pq esta todo cerrado y si no, te intentaría persuadir (sin exito, nunca he persuadido a nadie de nada) para q subieses conmigo.
ResponderEliminarMuchos muxus en el postre de mi lunch break
di
Nooooooooooooooooo!!!! Mini eligió la vespa de color p..k y de barbie????????????? Mini necesita terapia de choque urgente Di (bueno, o igual los demás..¿que shock no?)
ResponderEliminarNan: yo también me confieso...no me gustan las ferias, bueno...realmente no me gustan las atracciones que suban un par de metros...tengo vértigo y el pánico me deja sin respiración (no es una exageración...la única vez que subí al barco pirata pensé en tirarme de la atracción..asi que dije..nunca más, y asi ha sido).
Yo era de las que cuando ibas a las ferias se colocaba en las casetas de escopetas y tiraba a petar botellas.. en lugar de peluches..volvia con botellitas minis de alcohol (como las de los aviones) que te daban si dabas al blanco (ahora lo pienso y si eso se siguiera haciendo seria un escándalo..y antes ni menor ni nada...te daban la botellita de ginebra a palo seco y a casa). Ahora han cambiado los premios y en algunas ferias la atraccion...y la sustituyen por tirar dardos a globos...vamos una mierda.. pasas de sentirte john wayne a sentirte un titere de feria, nunca mejor dicho.
Di, el lugar que describes da miedo...que desolación...que ambiente..que poca animación...y encima Mini en una Vespa de Barbie.
Besis
Hola NO! Nos alegramos de verte por aquí... se te veía es espíritu rockero ya desde la tierna infancia, disparando... bueno, quien dice rockero, vaquero. Yo no solía hacer nada de eso, pero un díá se nos ocurre comprar unos boletos en una tómbola, y me tocó una bici infantil! como ya era pequenia me dierona elegir entre alternativas: un teléfono o una cafetera. Total que, qué elige una adolescente? El teléfono, claro. Llego a mi casatoda emocionad ay mis padres: para qué quieres el teléfonos I ya hay dos, y yo, “para mi habitación” y mis padres, “ja!”. Total q al final fue cafetera q estuvo hasta hace poco en Vetusta… q dura infancia la mía (tal vez por eso no me guste el café?). Desde entonces, mis amigas se quedaron con la copla de “di tiene mucha suerte”. ALgún día cuento mis otros premios…
ResponderEliminarAh y NO, lo de MIni y el rosa, por favor, obviemos: ya he hecho mi terapia de exposición con este divague.
ResponderEliminarVaya, No, lo que cuentas es un espanto. ¡¿Ya no hay escopetas de aire comprimido para tirar a patitos en movimiento?!
ResponderEliminarA mí me gustaba eso y los autos de choque. Y los churros. Los de las ferias eran especialmente pringosos y masosos.
La melancolía de esa feria del resort es tremenda.
No es tan tremendo Nan, con no acercarme a la barandilla de los balcones altos es suficiente. Con los aviones hize un gran esfuerzo de racionalización y tecnicas de autocontrol y he conseguido durante los vuelos no pensar en que estoy a tantos kilometros del suelo.. eso si...lo sigo pasando mal cuando aterrizo y despego.
ResponderEliminarTiene narices..sin embargo, me encantan los puentes..es extraño..
es por el único sitio donde asomo la cabeza para ver hacia abajo..igual es por eso..porque debajo hay agua, no se.
Yo creo que ese espíritu vaquero me venía de ver tantos westerns (género que me gusta bastante) y supongo que como mi padre tenía su escopeta de caza que no nos dejaba ni mirar, me desquitaba en las ferias.
Mis padres nunca fueron a las ferias conmigo, de pequeña nunca me llevaron (solo mi padrí, a pequeños recintos que había en Lérida de vez en cuando, tipo el que describes Di) y ya fue en Vetusta preadolescente cuando pise unas ferias. Tengo que decir que gracias a mi toque de queda hipermegaestricto aprovechaba mucho mas el tiempo y la imaginación, que otras compañeras.
Las cosas han cambiado mucho... Recuerdo ir a Bilbilis a ver a mi sobrino que tenia 8 años.. hace un par, y acudir a las ferias de las fiestas de san roque.. rompió su hucha y con todo el dinero que tenía se fué a la tómbola de embutidos..(si, es un pueblo); gastó todo y le tocó un salchichón (el iba a por el jamón serrano, por eso se lo gastó todo), eso si compraba boletos para todos. Lo mas gracioso fue que cuando se le terminó el dinero le dijo a su padre (mi hermano): papa me das 5 euros? vale, pero son para ahorrar puesto que te los has gastado todo, me lo prometes? vale papa, te lo prometo, mira me lo guardo en el bolsillo y ya no me lo quito hasta llegar a casa; vale. Se dió media vuelta mi hermano para seguir andando por las ferias y vi correr a mi sobrino hasta la tómbola para comprar boletos...fui corriendo y solo llegue a oir: quiero todos los boletos que pueda comprar con esto (a mi sobrino no le llegaba ni la cabeza al mostrado); el hombre ya los tenia en la mano. Lo curioso...es que a pesar de que mi cuñada le riñó..volvió a repartir los boletos entre todos, sus padres le dejaron jugar y no tocó el jamón. Sigo flipada con aquel día y con esa familia.
En Bilbilis solo había tómbola (que no me gustan mucho) y atracciones para niños.. un rollo (si por lo menos nos dejaran botar en las colchonetas o en las piscinas de bolas a los adultos...yo me apuntaba la primera).
Nan, si que habia escopetas de aire comprimido para tirar a palitos en movimiento (al menos en Vetusta), esa era dificil.. (y otros objetos en movimiento), ahora la verdad es que hace demasiado que no voy a las ferias..lo último que vi fue lo de los globos...igual por eso no he vuelto ;)
Di! no sabia que no te gustaba el café, y ahora que pienso, es verdad, nunca te he visto tomar café. Si te sirve de consuelo..mis padres también me hubieran dicho ja! al teléfono y bienvenida la cafetera.
Besis
Por cieto se me olvidaba comentar...que en los puestos escopeteros sobra decir que no era bienvenida por los demás participantes, solo chicos o señores mayores.. pero al del puesto mientras le pagaran le daba igual.
ResponderEliminarMas de una y de dos veces tuve piques y alguna bronca con algun chavalin que decía lo típico..ala vete a las atracciones que esto es para niños...argggg. Los señores mayores me miraban con rareza o indiferencia, pero si le daba al blanco se reian de los niños y les decian, te va a ganar una chica.
Que asco de mundo...
Pero mi hermana, mi hermano (cuando venía con nosotras -asi nos dejaban una hora mas-) y yo ahi seguiamos..;)
¿Dos libras cada ride? Oh dear... pues sí que estamos bien.
ResponderEliminarHola hola! Not waving but drowning, que dicen por aquí... por fin llego a la orilla. NAN, a mi tb me gustaban los churros y los algodones e incluso esas manzanas rojas como de maléfica (ah, no, q esa era la bruja de Blancanieves). Whateva. Me alegro de haber transmitido la melancolía… sabes q hay estudios de músicas q inducen estos de ánimo? Tb tendría que haber lugares, y los parques estos en invierno serían uno de ellos…
ResponderEliminarNO, esa historia del ninio q quiere q le toque un jamón en la “tómbola de los embutidos” (nunca habia visto esto) es impagable. Escribe un relato antes de q te la quite alguien. Ya me estoy imaginando al ninio como Augustus, el nnio gordo hijo de charcuteros al q le toca el billete dorado de Willy Wonka en Alemania… Genial.
NO me ha gustado nunca el café. Antes de venir a UK ya bebía te con leche… tal vez por eso me decían allí “eras medio inglesa antes de irte” y aquí “eres al primera espaniola q conocemos a la q no le gusta el café”. Lo q no me gusta del café, principalmente es ese sabor q se te queda ene l paladar. Puaggg
BASAJA, hola! Ni idea de por donde vas. Feliz recoleccion del cranberry.
No!! empiezo a comprender lo de tu nuevo blog. Di te ha sacado tarejta amarilla... que me ha gusttado eh?
ResponderEliminarDi, ¿De verdad eres médico?...como carlos herrrera y el gran woayomin???