Vuelta al pasado al futuro

Final de la "semana de pasión", desapasionadamente (di)vagando por los sofás, cafés y poco más de una ciudad universitaria de latitud aún más septentrional que la propia Londinium. Sé que para muchos esto es impensable, pero, hey, el norte también existe (aunque vendan allí tazas que se autoflagelan con un "Grim Up North"). Pero es que esta Grim City del norte es especial, porque aquí di mis segundos pasos en la impostura por la que ahora me pagan. Qué recuerdos.

Así que aparte de aquellos lugares ("ah, te acuerdas", "tantas noches sin dormir", "aquí nos conocimos con J&W"), nos hemos tropezado, en un baile de lo más preparado, con alguna de la gente que estaba en lo mismo, y con otros que tal vez estaban en otras cosas pero que, por alguna razón, dicen que nos quieren.

En mi agenda de visitas, un must: merodear en torno a mi ex-casa, y de paso comprobar la ventana que da al jardín de un vecino emblemático ("El Cojo"), inspirador de muchas historias (e.g. yo creíasabía que era traficante). El Pedalista, sobre este tema, hacía de Woody Allen escéptico en "Misterioso asesinato en Manhattan". "No hay nada, decía, está todo en tu cabeza. Todos esos pintas que vienen a su ventana regularmente, se sacan algo del bolsillo, y esperan a que El Cojo les de un paquetito para acto seguido irse mirando a los lados, son gente de bien que van a presentarle sus respetos, ya sabes que tiene cáncer". A mí me iba a la perfección el papel de una Diane Keaton sobreemocionada, espiando por la ventana y consiguiendo cada vez más pruebas para cerrar la historia. La mayor: una vez nos ofreció un reproductor de CDs. "Yo es que no escucho música, y justo me han dado uno". Se podrá ver que en aquellos años salvajes no vivíamos precisamente en la zona donde lo hacía la créme de la sociedad. Éramos jóvenes, parcialmente documentados, y abrazábamos las bocas de lobo, porque estaban céntricas, a diez minutos de paseo del Broadway, mucho más que un cine, donde pasamos horas y horas de lo mejor. Pero divago: yo quería comprobar si "El Cojo" aún vivía, o si la historia del cáncer era para despistar. Sigo sin saberlo.

Y es que no hubo tiempo: los tés se multiplicaron, las conversaciones se elongaron y, admitámoslo, nos dedicamos a refrescar nuestras amistades con miembros más respetables (algunos hasta la créme) de la población. Una de las mejores fue la tarde que pasamos en el nuevo museo de arte contemporáneo que han abierto en la ciudad. "Star City: The future under comunism" era la exposición del momento, que me gustó por muchos motivos. Esculturas, imágenes, películas e incluso un hombre del espacio gigante por el que te podías meter y perseguir a Mini. Carteles propaganda de la época de la carrera espacial soviética maravillosos, y que me recordaron mucho a aquellos carteles propaganda de los republicanos. Hombres vestidos con monos dorados color lentejuela, dándote folletos (y la mano a Mini, que dudaba). En resumen, una exposición para intentar entender cómo se veía el futuro en una época (finales de los 50s-60s) en la que éste no era sinónimo de terrorismo, calentamiento global, crisis. Cuando se creía que la tecnología, esa amiga, les iba a llevar de la mano a una sociedad mejor. Cuando se miraba más a las estrellas.

Sin ánimo polémico, traduzco el último párrafo del folleto. Simplemente porque me ha recordado a los divagantes y algunos de sus temas recurrentes. Como veis, siempre conmigo.

"Star City se pregunta si alguno de los reductos del colectivismo comunista son aún relevantes ahora que se está cuestionando la ética global del "beneficio-por-encima-de las-personas". Tenemos activistas que están luchando por acabar con la explotación laboral en el tercer mundo, con su deuda externa, con el cambio climático por un lado, y la crisis financiera reciente por el otro. Cuando miren atrás, en el futuro, ¿verán el capitalismo que nos parece ahora lo único como la ruina irrelevante que vemos ahora en el comunismo?"

En el laberinto del museo, de la mano de Mini: ella sí que sigue mirando a las estrellas.