12 diciembre 2009

Un día como hoy

Mi consuerte y yo andábamos deshorados. Tanto así que nos tuvimos que esperar a que abrieran el turno de desayunos del hotel para poder tomar algo. Habíamos llegado hacía dos días y el famoso jet lag hacía de las suyas. La verdad es que a mi me afectaba más que a él, que tiene la suerte de adaptarse con una facilidad spaventosa (me encanta esa palabra) a los ciclos solares: hay sol, me levanto, no hay luz, me duermo.

Así que pronto por la mañana salimos hacia el Tepeyac. Cogimos el metro unas cuantas paradas. A pesar de que era pronto por la mañana, estaba abarrotado. Mucha gente llevaba altares, cuadros, pancartas etc. Cuando salimos a la superficie, camino del cerrito desfilaban cientos de personas provenientes de todo el país. Procesiones lideradas por danzantes o matachines iban recorriendo el camino a nuestro lado. Algunos habían hecho cientos de kilómetros a pie, otros venían con sus carritos perfectamente adornados, quizá en exceso (pero con un color), los había que estaban allí desde el día de antes para "agarrar" un buen sitio y poder cantar así las mañanitas a la Virgen Mestiza el día 11. Algunos dormían en el suelo, agotados por el viaje. Había rostros que reflejaban todo esto y mucho más.




Llegamos a la basílica como a eso de las 8:00 de la mañana. No alcanzo a describir todo lo que se percibe, son demasiados estímulos a la vez: olores, trajes, sabores, tradiciones indígenas, música, bailes, razas, colores, imágenes... Unos 5 millones de personas visitan a la Guadalupana un día como hoy. La explanada de la basílica se convierte en un hervidero de historia y folclore mexicano.





En el interior de la basílica se encuentra enmarcado el ayate o mantita que llevaba el indígena Juan Diego y en el que quedó, según la tradición, impresa la imagen de la Virgen. Es precisamente ese ayate, hecho fibra de maguey, lo que se venera. Una imagen llena de simbología "nahuathl" o azteca, como la flor de cuatro pétalos que hay en su vientre o la luna que pisa. Pudimos visitarlo subidos a una cinta mecánica, similar a la de los aeropuertos, que te pasa literalmente por debajo de la imagen y que evita que la gente se plante allí más tiempo del debido.

Desde entonces soy guadalupana. ¡Viva Mexico!

1 comentario:

  1. ¡Arriba, arriba!

    Diva, no puedo seguir tu ritmo... cada entrada tuya me sugieren mil ideas. Y sigo procastinando el artículo.

    Pero de México no puedo resistirme a enviar, aunque sea, un refrito.

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